Al tierno poeta, a mi compañero, a Cecilio, querría, papiro, que le digas que venga a Verona, dejando atrás las murallas de la Nueva Como y las riberas del Lario. Pues quiero que conozca ciertas reflexiones de un amigo suyo y mío. Por eso, si se aviva , devorará el camino, aunque una radiante muchacha lo reclame mientras se él se aleja, y echándoles ambas manos al cuello le suplique que se quede, la que ahora, si mi información es verdadera, se muere por él a causa de un amor desenfrenado.
Pues en el momento que leyó La Señora del Díndimo iniciada, desde entonces, el fuego la abraza a la pobrecita hasta la medula. Te perdono, niña más sabia que la Musa Saphica : en efecto, la Magna Mater fue iniciada de un modo digno de Venus por Cecilio.