LLego, hermano, conducido a través de muchos pueblos y muchas olas
a estas tristes honras fúnebres,
para obsequiarte con el último regalo de la muerte
y para dirigir la ceniza en vano a la ceniza muda,
puesto que la fortuna te ha apartado de mí.
¡Ay!, pobre hermano, indignamente apartado de mí.
Ahora, mientras tanto, no obstante, recibe estas cosas que nos fueron legadas por la antigua
costumbre de nuestros padres como triste obsequio para los funerales,
bañados abundantemente por el llanto fraterno.
Y para siempre, hermano, hola y adiós.